Todo en la vida comienza con un deseo. A veces es evidente, a veces no tanto. Puede ser un impulso arrollador o una chispa sutil que apenas reconocemos. Pero está ahí, moviendo cada cosa que hacemos. No importa si es un deseo consciente de traer algo o alguien al mundo, o si simplemente estamos siguiendo un instinto. La vida, en su esencia, es un reflejo de esa energía que se pone en movimiento.
Y aquí es donde entra el gran secreto: no necesitas ser un experto en meditación o filosofía para conectar con ese deseo profundo. Está en ti desde siempre, guiándote como una brújula hacia lo que realmente importa. Y ¿Cómo puedes reconocerlo? la respuesta es sencilla, pero requiere que estés presente y respirando en todo momento, se trata de aprender a escuchar esos pequeños llamados internos que te empujan a crear, amar, aprender y vivir.
Si quieres ponerlo como algo gráfico, son como pequeñas olas que, cuando las sigues, terminan formando el océano de tu vida.
Y es que hay algo fascinante en este llamado, algo que trasciende las circunstancias en las que llegamos a este mundo. Quizás no todos fuimos producto de un gran momento de conciencia y deseo enfocado, pero eso no le resta magia a nuestra existencia. Porque, aunque no nos hayan convocado con un rezo solemne o un plan meticuloso, aquí estamos. ¿Y sabes qué? Eso es suficiente para explorar algo más grande: el deseo, la conciencia y la vida como un gran orgasmo existencial.
Y quiero que recuerdes que el deseo por sí solo no basta. Sin conciencia, puede ser como prender una fogata sin saber qué hacer con el fuego. La conciencia es esa luz que nos permite ver el impacto de nuestros deseos y cómo se entrelazan con el mundo que nos rodea. Es lo que transforma un simple impulso en algo profundo y significativo.
Por ejemplo, pensemos en esos momentos en los que nos dejamos llevar por el deseo sin detenernos a reflexionar. ¿Cuántas veces hemos actuado desde el deseo inmediato y luego habríamos deseado pensarlo más detenidamente? Ahí es donde entra la conciencia, no para juzgar, sino para refinar. Es el arte de pausar, mirar hacia adentro y preguntarnos ¿Qué es lo que quiero realmente?, ¿Cómo esto contribuye a mi vida y a la vida de los demás?
Volvamos al principio: a ese momento en que la vida decide manifestarse a través de nosotros. ¿Es necesario que todo sea perfecto y planeado? No. Pero cuando empezamos a vivir con conciencia, cada acción, cada deseo, puede convertirse en un llamado profundo. Como si, de repente, nos convirtiéramos en co-creadores de la existencia, invitando a algo más grande a formar parte de nuestras vidas.
Piénsalo así: cada decisión que tomas, por más pequeña que parezca, es una forma de responder al llamado de la vida. Desde elegir qué comer en el desayuno hasta embarcarte en un nuevo proyecto, estás contribuyendo al gran tejido de la existencia. Y en este proceso, puedes hacer un llamado más consciente y poderoso, alineando tus deseos con lo que verdaderamente vibra en tu corazón.
Entonces la próxima vez que sientas ese cosquilleo de algo que te llama, no lo ignores y recíbelo con conciencia. Es la vida misma, recordándote que estás aquí para vivir, para sentir, para crear y, sobre todo, para ser auténticamente tú.
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